No fueron mis palabras fue CÓMO las dije El secreto para que Jesús te escuche

No fueron mis palabras, fue CÓMO las dije. El secreto para que Jesús te escuche.

Durante años recé y sentí que mis palabras se las llevaba el viento.

Pensé que Jesús no me escuchaba.

Me arrodillaba, recitaba las oraciones que me habían enseñado, suplicaba con lágrimas en los ojos, pero el silencio era mi única respuesta, una pared invisible entre mi clamor y el cielo.

Pensé que quizás no era digno, que mis peticiones eran egoístas o que simplemente no era mi momento.

Pero un día, en el fondo de mi desesperación, cuando la última brasa de esperanza estaba a punto de extinguirse, lo intenté de una forma diferente y todo cambió.

En ese instante de rendición total, comprendí que el problema no eran mis peticiones ni mi fe, sino la manera en que me comunicaba.

Descubrí que el secreto no está en las palabras que usamos, en la elocuencia de nuestra súplica o en la cantidad de veces que repetimos una frase.

El secreto, la verdadera llave que abre la puerta de lo divino, reside en CÓMO las decimos.

Y hoy, voy a compartir ese secreto contigo, no como un sermón, sino como el mapa que me llevó de vuelta a casa.

El «CÓMO» es la esencia de todo.

Es la diferencia entre pedir limosna y reclamar tu herencia como hijo de Dios.

El secreto es orar con una fe absoluta, no una fe esperanzada, sino una fe que sabe.

Es la certeza inquebrantable de que aquello que pides ya te ha sido concedido en el plano espiritual, y tu oración es simplemente el acto de alinearte con esa realidad.

Hablo de una humildad genuina, no la del siervo que se siente inferior, sino la del alma que reconoce la grandeza infinita de Jesús y se abre a recibir su gracia sin resistencias, sin dudas.

Es el arte de visualizar el resultado, de sentir en cada fibra de tu ser la emoción de tu milagro cumplido.

Antes de que tus ojos lo vean, tu corazón ya debe haberlo experimentado.

¿Pides sanación? Siente la salud vibrando en tu cuerpo ahora.

¿Pides provisión? Siente la paz de la abundancia en tu espíritu ahora.

Es la gratitud anticipada, el agradecimiento profundo no por lo que será, sino por lo que ya es.

Este es el lenguaje que el cielo entiende, la vibración que resuena con el amor incondicional de Cristo.

No es un intercambio transaccional, es una inmersión total en la conciencia de que ya eres uno con Él.

Y con esa intención en mi corazón, con la fe ardiendo como un sol en mi pecho y la gratitud desbordándose de mi alma, esta fue la oración que recé, y que te invito a hacer tuya:

(Respira hondo, cierra los ojos y siente cada palabra)

«Amado Jesús, no vengo a pedirte, vengo a recibir.

Con la certeza absoluta de que tu amor por mí es infinito y tu poder no conoce límites, abro mi corazón.

Te presento no mi carencia, sino mi fe en tu abundancia.

Visualizo ahora [menciona tu petición] no como un deseo lejano, sino como una realidad presente en mi vida.

Siento la alegría inmensa, la paz profunda y la gratitud abrumadora de saber que ya está hecho.

Gracias, Jesús, por escuchar la intención de mi alma antes que las palabras de mi boca.

Gracias por tu gracia que ya me ha cubierto.

No pongo mi fe en lo que veo, sino en Ti.

Dejo ir mi angustia, suelto mi control y descanso en tu perfecta voluntad, sabiendo que lo que me entregas es infinitamente mejor de lo que yo podría imaginar.

Mi ser entero te dice: Gracias. Amén.»

Prueba a rezar, no solo con tus labios, sino con todo tu ser, usando este secreto.

No te limites a decir las palabras, siéntelas, vívelas, conviértete en la oración misma.

Luego, permanece en silencio y escucha con el corazón.

Cuéntame en los comentarios qué sientes, qué cambia dentro de ti.

Porque recuerda, el secreto no es la oración; el secreto eres tú, vibrando en la frecuencia del amor y la fe de Jesús. Amén.

Enviado por: Dulce María (México).

No fueron mis palabras fue CÓMO las dije El secreto para que Jesús te escuche.