¿Qué pasó el Jueves Santo? La VERDAD que pocos conocen

¿Qué pasó el Jueves Santo? La VERDAD que pocos conocen.

Muchos recuerdan la cruz, pero pocos conocen lo que pasó antes…

La noche que cambió todo comenzó con un pan, un beso y una oración entre lágrimas…

Muchos conocen la cruz, pero pocos entienden la noche en que todo comenzó…

El Jueves Santo es el día del amor más profundo, del servicio más humilde y de la obediencia más dolorosa.

Esta oración te llevará a vivir ese momento con el corazón abierto.

Dios mío, esta noche quiero detenerme y recordar cada paso de Tu Hijo Jesús, en ese Jueves Santo donde el amor, la humildad y la obediencia brillaron entre las sombras de la traición.

Quiero estar allí, Señor… en esa sala iluminada por la llama de la Última Cena, donde Jesús tomó el pan, lo partió con sus manos santas, y dijo que era su Cuerpo, entregado por nosotros.

Quiero sentir el silencio reverente de ese momento, y entender que cada vez que comulgo, Él vuelve a dar su vida por mí.

Déjame mirarlo a los ojos cuando se arrodilla, como un siervo, y lava los pies de quienes lo seguirán.

Enséñame, Dios, a ser pequeño, a servir sin quejarme, a amar con hechos, no con palabras.

Que no me dé vergüenza lavar los pies de mis hermanos, aunque me sienta indigno o cansado.

Y cuando Jesús anuncia que alguien lo va a traicionar… ayúdame a mirarme por dentro.

¿Cuántas veces yo también lo he traicionado con mi indiferencia, mi orgullo, mi pecado?

No permitas que me quede solo en el miedo.

Que me acerque a Él y diga con sinceridad: “¿Soy yo, Señor?”

Llévame contigo, Señor, al huerto de Getsemaní.

Déjame orar a tu lado, aunque mis ojos pesen de cansancio y mi fe se tambalee.

Enséñame a decir “hágase tu voluntad”, aunque me duela, aunque tenga miedo.

Que mi sudor se convierta en fuerza, y mi temor en obediencia.

Y cuando venga la oscuridad, cuando los pasos de los soldados rompan el silencio, cuando Judas te traicione con un beso… no permitas que mi corazón se enfríe.

Que no huya, que no me esconda, que no niegue tu nombre por miedo al rechazo del mundo.

Jesús mío, en este Jueves Santo, te entrego mi vida como Tú entregaste la tuya.

Gracias por cada gesto, cada palabra, cada lágrima. Gracias por amarnos hasta el extremo.

Ayúdame a recordar siempre que el amor verdadero se parte como el pan, se derrama como el vino, se arrodilla como un siervo, se eleva en oración, y se sostiene incluso cuando es traicionado.

Esta noche, Señor, quiero velar contigo.

Que mi alma no duerma. Que mi fe no tiemble.

Que mi corazón permanezca contigo hasta el final.

Que cada Jueves Santo me devuelva la memoria viva del sacrificio, no solo como recuerdo, sino como inspiración para amar más, servir más y vivir entregado.

Que la Eucaristía no sea solo un rito, sino una llama viva en mi interior.

Renueva mi espíritu, Señor, como renovaste la esperanza en aquella noche santa.

Que el mismo fuego que ardía en tu corazón en Getsemaní arda hoy en el mío, y no se apague jamás.

Y si llega el momento de la prueba, del cansancio, del abandono… que recuerde que Tú ya estuviste allí.

Que me aferre a tu obediencia perfecta, y que sepa que después de la noche… siempre viene la resurrección. Amén.

Enviado por: Dulce María. (México).

¿Qué pasó el Jueves Santo? La VERDAD que pocos conocen.