Semana Santa Jesús es despojado de sus vestiduras.
Llegados al lugar llamado Gólgota le dieron a Jesús vino mezclado con hiel, pero él, habiéndolo probado, no quiso beber.
Los que lo crucificaron se repartieron sus vestidos a suertes. (Mateo 27,33).
Jesús termina de recorrer el camino que lo conduce hasta el lugar de su martirio final.
Al llegar, es despojado de sus vestiduras ante la mirada angustiada e impotente de su madre.
Jesús calla. No se queja ni se altera.
Ha aceptado todo esto por amor. Nosotros en cambio, a veces aceptamos el dolor con los labios y cuando llega nos asustamos y nos volvemos atrás.
Nos quejamos, nos alteramos y ponemos el grito en el cielo. Jesús nos dice: Nadie tiene mayor amor que el que da la vida por sus amigos.
Señor, cuando el dolor nos toque y nos despoje de nuestro egoísmo y orgullo, que sepamos llenarnos de tu amor.
Señor, peque, ten misericordia de mi.
Pecamos y nos pesa, ten misericordia de nosotros que por nosotros padeciste.
Padre Nuestro, que estas en el cielo, santificado sea tu nombre, venga tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden.
No nos dejes caer en tentación y líbranos del mal.
Dios te salve María, llena eres gracia el Señor es contigo bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre Jesús.
Santa María, Madre de Dios ruega por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Gloria al Padre, y al Hijo y al Espíritu Santo.
Como era en un principio, ahora y siempre por los siglos de los siglos. Amén.
Te adoramos, Cristo, te bendecimos, que por tu Santa Cruz redimiste al mundo. Amén.
Semana Santa Jesús es despojado de sus vestiduras.
Enviado por: Aurora Gonzalez.